Entrevista a José Antonio Cáceres

 

Grabación realizada gracias a la colaboración de Francisco Javier Amaya y Canal Extremadura Radio, Estudios de Cáceres

 

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Entrevista de lecturaextremadura.com con motivo de la presentación de presentación de Moradas en el Museo Pérez Comendador (29 de junio de 2012, Hervás)

 

Lectura Extremadura: -¿Desde cuándo escribes y qué es para ti la escritura?

 

 

José Antonio Cáceres: -Escribo desde los quince años más o menos; la misma edad en que empecé a pintar. Estaba entonces en el Seminario Menor de Plasencia.

   Durante algunos años combiné ambas formas de expresión y, si durante una temporada me sentía escritor, en la siguiente estaba convencido de ser pintor en primer lugar. Aunque, por lo general, realizaba ambas actividades sin conflicto.

   En Salamanca, a donde fui a convalidar estudios y terminar el bachillerato, tuve como condiscípulo a Aníbal Núñez, que también fluctuaba entre la pintura y la escritura. Unas veces salíamos a pintar al campo (aunque éramos sobre todo pintores abstractos, a veces, un poco picassianos); otras veces pintábamos o leíamos en su casa.

 

 

"... tuve como condiscípulo a Aníbal Núñez..."

 

 

   Mis padres no querían que me dedicara a la pintura, pues la veían como una profesión azarosa y poco práctica. Decidí, renuentemente,  estudiar Románicas, lo que me permitía formarme como escritor. Desde entonces, aunque nunca dejé la pintura, decididamente acepté mi destino de escritor ya que, como pintor, sólo podía realizar algún cuadro de vez en cuando y, con más frecuencia, dibujos y acuarelas que guardaba en carpetas que aún conservo, a pesar de todos los avatares de mi vida.

    La escritura, poco a poco, se fue convirtiendo en el eje de mi existencia. Durante mi estancia en Madrid, algo comenzó a derrumbarse. La poesía se fue convirtiendo en una indagación en las formas. Y, poco a poco, fui perdiendo el rumbo.

    En 1967 conocí a Julio Campal que, junto a Fernando Millán y otros, organizaron unas jornadas, en la Facultad de Letras, sobre poesía concreta. Desde entonces comencé a frecuentar el grupo y, a la muerte de J. Campal, con Fernando Millán, J. García Sánchez y  varios más, formamos el Grupo NO de poesía visual o experimental. Así creí unir la poesía y la pintura finalmente.

Con Jorge Urrutia, primero a la izquierda,  compañero de curso en Madrid

    1968 fue mi último año de carrera, un año convulso. Luego hice el servicio militar y, seguidamente, pasé dos años como lector de español en Irlanda del Norte, y seis en Italia, que fueron toda una vida en mi corazón, que sabe alargar o acortar el tiempo.

    Dejé la poesía visual en Italia y volví a la poesía tradicional en Barcelona, donde pasé dos años en la enseñanza y otros dos en una comuna. Desde que abandoné mis años comuneros, excepto algún parón, no he dejado de escribir y, aunque todavía pinto algún cuadro, la escritura se ha convertido en una forma de indagación en la realidad y en mí mismo, insustituible por el momento.

    Hoy sé que la poesía fue la elección acertada pues, siendo un lobo estepario, mal papel habría hecho entre galeristas, marchantes y coleccionistas. La poesía me ha dado la oportunidad de escribir sin publicar, hasta el momento justo.

 

Lectura Extremadura: -¿Qué te ha llevado a escribir este libro?

 

 

  José Antonio Cáceres: -Era, en la Universidad de Cáceres, Asistente de italiano, de cuyo Departamento Blanca Muñiz poseía la cátedra. Por aquel entonces tenía un amigo, gran aficionado a consultar las cartas del Tarot; lo que me llevó a interesarme por algo que nunca me había llamado la atención, como forma de conocimiento. No obtenía grandes resultados con las respuestas; para ello prefería el I Ching, el libro chino de las mutaciones. Pero poco a poco, las figuras enigmáticas fueron penetrando  en alguna región de mi inconsciente. Y,  sin darme cuenta, comencé a escribir poemas que me sugerían dichas figuras.

 

    Así fue surgiendo el libro, mientras me documentaba sobre el significado que otros, antes de mí, le habían atribuido. Por entonces leía a Gurdjeff, que hablaba de un arte objetivo en que el artista desaparecía en su obra. No recuerdo cómo, esta idea rigió la escritura del libro. No me interesaba escribir mis sentimientos, sino la oculta sabiduría que expresaban las imágenes arquetípicas, su distribución, su división en tres partes significativas del camino de la vida y su sentido ascendente, hacia una meta de perfección inaprensible. Con el Loco, como figura móvil, no integrada rígidamente en el conjunto; pues puede aparecer con su alegre pirueta, rompiendo la gravedad de cualquier situación.

 

Lectura Extremadura: -¿Cómo ha sido tu vida de escritor y qué proyectos tienes?

  José Antonio Cáceres:   -Ahí sí que me has pillado; pues, si puedo hablar de pasado porque fue, no puedo hablar del futuro, porque aún no ha sido. Procuro vivir el presente, pues de él recibo la fuerza de la vida, todo me da su amor, me guía en estas encrucijadas. El Espíritu sólo es en el presente, sólo en el presente se expresa. Por tanto te hablaré del pasado, que fue presente un día. Y del presente del aquí y el ahora.

    Mi vida de escritor ha sido difícil y tormentosa; aunque también serenamente gozosa. Sobre todo el arte, todas las ramas de las Bellas Artes, y la naturaleza, me producían exaltación. Como cualquier joven artista, soñaba con el éxito pronto y seguro; pero, ni siquiera entre mis amistades, escritores o pintores, lograba el beneplácito. Si eran pintores, elogiaban mi poesía; si poetas, mi pintura. Sólo  con Aníbal Núñez encontré un amigo, que padecía mi misma esquizofrenia.

    Luego marché a Madrid y la vida nos fue desconectando. Alguna vez fui a visitarle a Salamanca y me regaló sus libros, muy de cristal, delicados, como él pintaba también; al menos cuando yo le conocí. Que yo sepa, nunca nos arredró el olvido. Nuestra tarea estaba por encima de cualquier eventualidad o desánimo. Es cierto que él tuvo mayor  fortuna en ambas técnicas; aunque, en mi opinión, lenta y tardía de todos modos.

   En el último año de carrera conocí a J. Campal, F. Millán y el resto del grupo, creí que podría conciliar la poesía y la plástica, y cada vez ahondé más en ese camino, hasta que sus límites se tornaron borrosos. Aunque me dio muchas satisfacciones creativamente hablando, llegó un momento en que no le vi continuidad al asunto.

 

    Ya en España, después de mi periplo y mis naufragios por esos mares borrascosos, con renovado ímpetu volví a la poesía discursiva. Libre de la idea de publicar y ser conocido, emprendí la escritura de madurez, como un simple diálogo conmigo mismo, una forma de conocimiento, exteriorizando lo que bullía en mi interior; para que se hiciera patente la causa que me producía tales desasosiegos. Me sentía perdido en un mundo que no seguía mis mismas reglas.

    Sólo mucho después, casi ayer mismo, recordé que los místicos, de cualquier religión, recomendaban el alejamiento del mundanal ruido, para centrarse en sí mismos y en lo que importa, la búsqueda de la verdad. Algo que hoy se oculta y se desprecia como ilusorio.

    Sin embargo, de este olvido aceptado con el que me identificaba cada vez más, me sacaron los amigos de Zarza, cuando allí me retiré para poner a punto mi obra poética; única cosa que, al parecer, daba sentido a mi vida. Allí mis amigos de Zarza, con ayuda de otros compañeros y del Ayuntamiento, publicaron los dos primeros libros.

 

 

Tarjeta de Fernando Arrabal

 

    Estando en esta tesitura, empezaron a llegar otras publicaciones, promovidas por Pablo Jiménez en Beturia y por Emilia Oliva en Vincapervinca. Desde hacía varios años, Emilia había emprendido la tarea de informatizar la obra poética, discursiva y experimental, realizar estudios sobre ella y darla a conocer, incansablemente.

 

    Se me hace que yo solamente he sido vocero de la esperanza, para todo aquel que lucha por conocer el misterio de la vida. El futuro no está escrito y nada puede decirse de él. Del futuro nada sé. Sólo quiero vivir el presente con la intensidad que me pide el espíritu, para ser testimonio  de que la verdad me hará libre. Pero esa verdad no puede ser enseñada, pues sólo puede ser vivida.